La señalización óptica no guiada se ha usado durante milenios (piénsese por ejemplo en la comunicación de señales de humo o mediante espejos). Actualmente se utilizan lasers porque si no hay nada que lo impida, permiten transmitir una señal luminosa a una distancia enorme, ya que los rayos no se dispersan en el espacio. Además, el ancho de banda de un enlace de luz es del mismo orden que el de la fibra óptica, lo que puede hacer que este tipo de comunicación sea ideal para transmisiones interplanetarias. Por desgracia, en la superficie terrestre los lasers son desviados con facilidad por las corrientes de convección provocadas cuando el aire se calienta. Por tanto, además de alinear perfectamente el emisor y el receptor, normalmente hay que instalar en el emisor algún sistema de lentes que disperse algo la luz y exista así un cierto margen de seguridad.